martes, 19 de abril de 2011

Participación paraguaya en la gesta independentista americana*

Beatriz González de Bosio. Profesora.
Asunción del Paraguay. Paraguay.  

El movimiento independentista americano, en un inicio fue apenas un esfuerzo restaurador del trono español invadido por Napoleón Bonaparte, como experiencia irónica de extender las ideas de la Revolución Francesa, la libertad, igualdad y fraternidad a través de un ejército imperial.

Ya desde un comienzo las contradicciones se irán apropiando de los movimientos independentistas que surgen nada menos que jurando lealtad al monarca. Idea típicamente reaccionaria que abogaba por dejar las cosas como estaban antes del estallido de la crisis.

La Provincia y Capitanía General del Paraguay,  era  parte integrante del Virreinato del Río de la Plata, escindido del Virreinato  del Perú en 1776, como resultado de las reformas borbónicas en un intento de organizar las colonias para mejorar la tributación y la organización defensiva militar ante el vecino portugués del Brasil.

Las universidades regionales de aquella época eran las de Córdoba del Tucumán, la de Charcas – Chuquisaca - la de San Felipe de Santiago, la de San Marcos de Lima y la Javeriana de Nueva Granada. En todas estas casas de estudio circulaban con libertad versiones originales de la obra del iluminismo, principalmente El Contrato Social de Rousseau que hizo particular impresión en el paraguayo José Gaspar de Francia egresado de Córdoba.

En la universidad de Charcas por la cercanía al trágico desenlace del levantamiento indígena de José Gabriel Condorcarqui, Túpac Amaru, tuvo particular influencia entre estudiantes y profesores  y llego al Paraguay a través de nuestro prócer Fernando de la Mora.

La prueba suprema de la adhesión de la colonia a la monarquía española la dio la defensa contra las Invasiones Inglesas al Rio de La Plata,  donde toda la región aporto soldados y bastimentos para expulsar al invasor ocupante.

Ocurrida la gesta en Buenos Aires, el 25 de Mayo de 1810, en el Cabildo abierto, surge inmediatamente una idea al mismo tiempo conservadora y revolucionaria ya contemplaba la expulsión del yugo español, pero también su inmediata sustitución por la hegemonía del Puerto de Buenos Aires, como heredero legítimo del Virreinato recién fenecido.

De ahí surgen los esfuerzos por mantener esa unidad ya con el nombre de Provincias Unidas del Río de la Plata, que incluyeron medios militares con ‘la expedición auxiliadora’ de Manuel Belgrano, en el caso Paraguayo.

Las posteriores negociaciones diplomáticas solicitaron  a la Provincia del Paraguay la elección de delegados para el congreso constituyente de la nueva entidad política.

El 14 de Mayo  de 1811 en el Paraguay se confraterniza con el último gobernador español, Don Bernardo de Velasco, que  no se resiste, pero al mismo tiempo entra a formar parte de la primera Junta, como prueba de la confusión ideológica del primer momento. Se crea así un triunvirato integrado por Juan Valeriano Zeballos, José Gaspar de Francia y el propio gobernador.

Para ser “revolucionarios” estos primeros pasos fueron algo conservadores y no faltó la jura de lealtad a Fernando VII. Nuestros patriotas  plantearon  la expulsión del cetro español y la creación de una Confederación de Iguales en la región y lo plasman en la nota del 20 de Julio de 1811. Esta explica a Buenos Aires la nueva realidad de esta provincia que “no quiere cambiar unas cadenas por otras ni mudar de amo” y se niega a entregar a un arbitrio ajeno el fruto de su esfuerzo cívico-militar.

En esta nota ya no vemos ninguna alusión a la monarquía y sí un deseo de comunicar a la junta provisional de Buenos Aires, la idea de una unión en pie de iguales, prontamente apropiada por José Gervasio Artigas de la Banda Oriental del Uruguay que también propone la unión de las Provincias periféricas para un fortalecimiento mutuo ante el Puerto.

Llegamos a un punto de inflexión. La provincia del Paraguay desde un principio se niega a aceptar ser parte de un Virreinato bajo cualquier denominación. El proceso separatista paraguayo que le otorga por casi medio siglo el mote de “provincia rebelde” culmina con la declaración de República del Paraguay en el Congreso de 1813, en la Iglesia de la Merced.

El Paraguay estaba a la vanguardia absoluta de las ideas emancipadoras porque dejó establecido el principio de la soberanía regional, que terminó desmembrando el imperio español en Estados-naciones soberanos.

¿Con que más contribuye Paraguay?

El Paraguay se convirtió así en la primera República de la América Hispana y tan sólo en la tercera en el continente y el mundo. Las 13 Colonias inglesas en 1776 y Haití en 1804 antecederían a Paraguay. Para 1840, fecha de fallecimiento del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia, líder político de la revolución paraguaya, ya todas las ex colonias españolas eran repúblicas.

Como República, las autoridades son electas por el pueblo y redactan una ‘constitución’ como  pacto de unión y sujeción, como una suerte de ‘contrato social’ que le pone límite a los gobernantes y consagra los derechos de los gobernados.

El Paraguay también dio un ejemplo que no tuvo mucho eco en el continente y que consistió en no alentar la emergencia de caudillismos internos generadores de inestabilidad. Ejemplos de esto tuvieron lugar repetidamente en todo el continente, lo que echo por tierra el proyecto de la PATRIA GRANDE de Simón Bolívar.

El Paraguay ha sido conocido desde un  principio por aspectos inusitados de su evolución, como el “enclaustramiento” de sus primeros 30 años de república independiente y la emergencia de liderazgos paternalistas con gobernantes absolutos y vitalicios.

Fue  totalmente ignorado el hecho de que el Paraguay se constituyó en el pionero de las ideas políticas que vinieron a sustituir al sistema monárquico, pero a la vez, fue sujeto de un particular proceso histórico, en el marco de un imponderable geográfico, la mediterraneidad que signo su destino como nación.

Los movimientos independentistas americanos se dieron con Juntas militares como la de 1810 en  Buenos Aires y 1811 en Asunción y campañas libertadoras, en 1815, con Simón Bolívar al Norte y San Martín, al Sur. El Cabildo  Abierto  de Buenos Aires  de 1810, fue la gesta desencadenante de los procesos de independencia que culminan en Ayacucho en 1824. La conducción de San Martín que constituyó su Ejército del Sur, encabezando un aguerrido e invicto contingente de mapuches, guaraníes, aimaras, negros libertos y cimarrones, también apelo a estrategias de guerrillas, montoneros y a la guerra formal, como oficial de carrera.

Es oportuno recordar la gran y mayormente ignorada contribución paraguaya tanto en ideas como en soldados a la gran gesta emancipadora y debe concluirse forzosamente que ese proceso independentista fue el resultado de la conjunción de ideas y armas. En ese sentido los documentos originados en Paraguay tienen una importancia enorme, para consolidar la libertad de los pueblos y la separación de la metrópoli colonial.

El Paraguay siempre tuvo contribuciones ingentes aunque se lo recuerda más por las desviaciones del sistema republicano, originadas en la constante crisis de ser considerada provincia rebelde hasta 1852.

El proceso de aplicación de las ideas de la ilustración se truncó en el Paraguay por necesidades políticas coyunturales, justificadas o no, que barrieron con la clase pensante.

El Paraguay no ha sido únicamente tierra de dictadores, sino también de brillantes pensadores y aguerridos soldados. Esto se erige en un desafío que nos obliga a esmerarnos para que aquella  magna  tarea no quede inconclusa.

* Artículo publicado en la Revista Re, Nº 66, Edición abril 2011.

lunes, 28 de marzo de 2011

CELEBRACION DEL BICENTENARIO

Ryna Avila. Arquitecta y Maestra en desarrollo local.
San Salvador

El Salvador es el país mas pequeño de Centroamérica, ubicado en un punto donde solo le bañan las costas del Pacífico, apenas y llega a los 21.000 km² de extensión territorial, pero posee un índice de densidad poblacional de los mayores de toda América, teniendo en el 2011 casi los 6 millones de habitantes. Hace 200 años comenzó la historia de lo que somos ahora, un 5 de noviembre de 1811, al convertirse en un país independiente que pretendía en aquellos entonces iniciar una nueva identidad. 

Hurgar en la historia de esos inicios de identidad por medio de un acto de independencia, nos ayuda a comprender lo que ahora somos como sociedad salvadoreña, en lo positivo y en lo negativo.  Llevamos 200 años de historia construida por una sociedad y que ha afectado de alguna manera lo que es El Salvador en el 2011. Una historia que se hereda y que afecta el presente.

En el acto inaugural del año de bicentenario, llevado a cabo el 25 de febrero de 2011, el presidente de la República de El Salvador, Mauricio Funes, inicia su discurso público con dos cuestiones: ¿Qué somos? ¿Qué queremos para nuestros hijos?. En su respuesta da una explicación sobre la vigencia que dichas preguntas desde 1811 tienen a la fecha. Habla sobre los impedimentos que el desarrollo en nuestra nación ha tenido: “la exclusión de las grandes mayorías y una profunda división política y social.”

El Salvador trae una historia de mucho conflicto, de lucha de poderes, donde el pleno de la población, las grandes mayorías, históricamente no ha sido la prioridad. Esto se ha visto reflejado en estos 200 años, dónde ha habido varios procesos de conflicto, desde el exterminio casi total de la población indígena (en la matanza de 1932), hasta los procesos de exclusión social que ha permitido el sistema y que no ayudan a que la población tenga acceso a las necesidades básicas a las que tienen derecho; son temas que han dañado, pero al mismo tiempo han construido lo que es la nación ahora. 

Hay muchos actores que han influido en este proceso de construir El Salvador y que han querido intervenir en revertir esas lógicas de desigualdad, hay una persona que merece ser nombrada, sabiendo que se deja de nombrar a muchos hombres y mujeres ilustres que han sido participes en esta construcción.  Se trata de la figura de Mons. Oscar Arnulfo Romero, asesinado un 24 de marzo de 1980 pretendiendo callarlo por ser la “voz de los sin voz”, mas no se sabían que si le mataban iba a resucitar en su pueblo salvadoreño.  Sus palabras siguen vigentes y son parte de esa historia salvadoreña que inspira a seguir siendo actores que participamos para transformar la realidad en una ilusión de bienestar para todos y todas.

En 1992, después de varios años de conflicto armado, hay un respiro de paz, un aliento, por medio de la simbólica firma de los acuerdos de Paz.  Un acto de querer cambiar el rumbo a la historia.  Desde ahí hay un punto de partida que se recuerda con mucha ilusión, a pesar que los problemas nacionales posteriores, que han retomado otro rumbo llamado delincuencia, en parte, por haber descuidado unas necesidades básicas de una gran mayoría de la población.

El país ha tenido logros, dentro de sus cambios.  El establecimiento de una democracia cada vez con intentos de más transparencia, dónde se empieza a ver la alternancia de poderes, el respeto del voto del pueblo en la elección de sus líderes.  Son esfuerzos políticos que sobresalen al comparar la historia que nos antecede.  Una historia que no podemos cambiar, pero si podemos conocerla y comprenderla, para ser capaces de poder transformarla, con la inspiración de tener un contexto de bienestar para todas y todos los ciudadanos de la nación.

"¿Qué país queremos? y ¿Qué puede hacer cada uno para alcanzarlo? Para mí es claro, trabajar por la unión del pueblo", dice Mauricio Funes en el final de su discurso; alentando a la población a tener un sueño, no hablar de oportunidades pérdidas, aprovechar la celebración del Bicentenario como motivo para vivir un presente para construir un mejor futuro por medio de la unidad nacional y la inclusión de las mayorías para la búsqueda de un bienestar universal.

Se tiene una responsabilidad para este pequeño país.  Aprender del pasado para conocer sus debilidades y luchar por un futuro que permita tener unas mejores condiciones de vida para sus ciudadanos y ciudadanas, al mismo tiempo para fortalecer una identidad nacional, que merece ser reforzada en este aniversario de los 200 años de aquel grito de independencia.

Los Acuerdos de Paz

Alfredo Fernández. Periodista.
Carta de la Paz dirigida a la ONU


El 5 de noviembre de 1811 se inicia en la provincia de San Salvador un proceso que irá sufriendo varias instancias hasta llegar al 15 de septiembre de 1821, con la declaratoria de independencia patria de la América Central. Al sumarse indefectiblemente a los tantos otros conatos americanos que estaban sucediendo en contra de la corona española (movimientos en Chuquisaca, La Paz y Quito en 1809, el “Grito” en el pueblo de Dolores, México 1810, la instauración de la Junta de Gobierno de Buenos Aires en 1810 y la independencia de Venezuela en 1811), en los que intervienen criollos de todas las posiciones sociales junto a no pocos peninsulares de mucho arraigo en la tierra, algunos mestizos y muy pocos indios, el cimero “Grito de La Merced” se levantó al interior de una suerte de primera fase de la independencia colonial hispanoamericana, aunque la costumbre en el istmo haya relegado su conmemoración sólo en fueros salvadoreños.

La Provincia de San Salvador era por el año 1811 una división administrativa de la Capitanía General de Guatemala, entidad territorial de Virreinato de Nueva España. Esta región comprendía los actuales Guatemala, Belice, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, así como al estado mexicano de Chiapas. Por ello, hay que destacar el impacto de este primer intento independentista ya que tuvo resonancia en los países que hoy forman parte de América Central.
Según José Matías Delgado llamado «Benemérito Padre de la Patria Centroamericana» es imposible precisar quién en San Salvador lanzó de manera adelantada y original la concepción subversiva de iniciar el titánico desafío al Orden Real hispánico. Sin embargo, casi todos los autores antiguos y contemporáneos a los sucesos, como la documentación histórica fehaciente, señalan como jefe intelectual al Cura Vicario, Presbítero Dr. José Matías Delgado.

Diferentes hechos dieron lugar a la historia de este país. Sin embargo en los últimos años los acuerdos paz alcanzados entre el gobierno y la guerrilla han sido el eslabón final de una cadena de sucesos que permiten hoy a este país vivir en paz. El 16 de enero de 1992, el Gobierno de la República y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), suscriben en Chapultepec, México, los Acuerdos de Paz, poniendo con ello cierre a uno de los capítulos más dolorosos de la historia de El Salvador. Los 12 años de conflicto armado tuvieron como consecuencia más de 75 mil muertos.

Los primeros esfuerzos para iniciar un dialogo de paz, fueron efectuados por el presidente Duarte a mediados de los años ochenta. En 1989, el gobierno del presidente Cristiani inició las negociaciones de paz, que culminaron en la Firma de los Acuerdos de Chapultepec. Los objetivos del Gobierno del Presidente Cristiani eran:

    * Obtener la paz
    * Establecer una economía de mercado
    * Crear las condiciones necesarias para mejorar el nivel de vida de la población, especialmente de aquellos que viven en la extrema pobreza.

Con el objeto de alcanzar estas metas, el Gobierno inició un diálogo con el FMLN. En este diálogo fueron varios los temas abordados, entre ellos, las reformas constitucionales, el respeto a los derechos humanos, el monitoreo internacional, la reestructuración y la reducción de la Fuerza Armada y las reformas al sistema electoral y judicial.

El proceso de negociación que puso las bases para el Nuevo El Salvador, fue apoyado por las Naciones Unidas y el Grupo de amigos para la paz en El Salvador.Después de la firma de los Acuerdos de Paz, las Naciones Unidas establecieron una operación para monitorear la implementación de los acuerdos de paz. Dicha operación es puesta bajo el control del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En vista del éxito de esta misión en El Salvador, las Naciones Unidas la ocuparon como modelo para otros países, tales como Guatemala, Haití, Mozambique y Camboya.

La implementación de los Acuerdos de Paz requería de la voluntad política de las partes involucradas, así como de la incorporación política de todos los actores implicados en este proceso. Uno de los logros más importantes fue la reconciliación nacional. Sin embargo, este proceso encontró muchos retos. Uno de los más importantes era la cantidad de recursos materiales que se necesitaban para implementar el proceso.

El Presidente Francisco Flores, en el mensaje pronunciado el 16 de enero de 2002 durante la conmemoración de los diez años de los Acuerdos de Paz, dijo que “a diez años de los Acuerdos de Paz, El Salvador es un país diferente, determinado por una nueva realidad. La transición de la guerra a la paz ha terminado, y ha llegado la hora de enfrentar una nueva etapa histórica, con nuevos retos y nuevas perspectivas. Ninguna victoria es más completa ni más decisiva para el ser humano que aquella que ha ganado en nombre de la paz, porque la paz es la primera condición del desarrollo.

Recordar esta historia reciente es una buena manera también de celebrar el bicentenario del país.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Construyendo bicentenarios

Fernando Carrión Mena.
Quito. Ecuador

Promovido por el Observatorio Latinoamericano del New School de Nueva York, se organizó la conferencia internacional denominada “Construyendo Bicentenarios en Latinoamérica en la época de la globalización”, con la finalidad de debatir y discutir respecto de los desafíos del cómo y el porqué conmemorar los dos cientos años de la independencia en América latina.

El contexto histórico de esta conmemoración está signado por el impacto de la crisis económica, que ha conducido a tres cambios sustanciales: el retorno a lo estatal de los bancos, la industria automotriz, las aseguradoras de pensiones; el cierre de ciertos mercados que hace pensar en una sustitución de importaciones; y la redefinición de los territorios en la línea de la soberanía y la integración.

Obviamente que en este marco las celebraciones tienen un andarivel subsidiario. No hay movilización social o proyectos emblemáticos porque no despega el proceso, mientras hay cambio de nombres a lo que se venía haciendo o modificación del papel membretado de las instituciones.

Queda claro que en sociedades plurales como las que vivimos, es muy difícil no reconocer la existencia de múltiples bicentenarios conmemorándose al tiempo. Primero porque existe un itinerario temporal y espacial de la libertad al que todos quieren llegar primero. Fue Chuquisaca (Sucre) o La Paz; pues las dos, porque son parte del mismo movimiento libertario; lo que ocurre es que el debate no está en quien fue primero, sino a quién ese hito le otorga la razón histórica para argumentar la capitalidad en Bolivia.

En Ecuador no es muy distinto: se cuestiona el grito libertario del 10 de Agosto de 1809 por que dicen fue un movimiento elitista, monárquico, quiteño y que tuvo poco éxito. Esta interpretación viene de grupos sociales anclados en ciudades específicas que están confrontando políticamente el sentido de “lo nacional” desde su terruño. El Ecuador es el único país de América Latina que no tiene una fecha de celebración nacional, mientras si lo tienen cada una de las localidades. Mientras en Latinoamérica se celebra nacionalmente la emancipación; en el país las localidades conmemoran los actos fundacionales; es decir, las acciones de sojuzgamiento...

Por todo ello, los Bicentenarios deben ser proyectos en construcción que no deben pasar bajo el determinismo inexorable del tiempo. ¡Es el sentido de futuro que está en disputa! Realizar movimientos poblacionales masivos banalizan el contenido y le convierten a la conmemoración en un espectáculo urbano más. También se debe tener cuidado respecto de lo que ocurrió en el pasado, en que, por ejemplo, el espacio público, como lugar de disputa, sirvió para expulsar a los pueblos originarios con las políticas de ajardinamiento y ornato, a la clase obrera con la planificación urbana y a los jóvenes con la llamada prevención situacional. Hechos ocurridos en tres momentos clave de nuestra historia: la colonización, los cien años de la independencia y el bicentenario de la emancipación.

Artículo publicado en http://works.bepress.com/fernando_carrion/280/

Los bicentenarios


Fernando Carrión Mena.
Quito. Ecuador

Difícil entender un proceso libertador solo a partir de un quiebre de aguas establecido en una sola fecha y en un solo lugar.

Desde el año 2009 hasta 2011, se realizarán los festejos conmemorativos del Bicentenario en la Región, en una coyuntura en la que el Estado ha entrado en crisis debido al doble movimiento interrelacionado de localización y de globalización, así como la urbe ha transformado su concepto de ciudad frontera, nacida a partir de la revolución industrial, hacia la ciudad en red, que tiene lugar con la mundialización.

Hoy, la ciudad es el territorio articulador general del Estado, y han sido los Gobiernos nacionales los que han conducido el proceso de conmemoración de los bicentenarios. Los bicentenarios se expresan en una coyuntura en que los gobiernos locales se han fortalecido gracias a las políticas de descentralización, como también se ha generado un grupo importante de países con posiciones nacionalistas e integracionistas que ven este acontecimiento como un hecho que permite repensar las relaciones entre sí y con otras regiones. De allí que las lecturas del proceso libertador sigan la doble ruta de localización e internacionalización: múltiples fechas y lugares secuenciales, en algunos casos en disputa, como parte de un movimiento continental.

En realidad, existe un itinerario espacial y temporal de la secuencia libertadora, pero también una expresión de disputa de las múltiples conmemoraciones que desemboca hoy en la existencia de una pluralidad de bicentenarios. En ello, mucho tiene que ver la forma cómo procesan los grupos sociales, cómo se modifican los anclajes territoriales del poder y cómo se conciben los proyectos en disputa. Difícil entender un proceso libertador solo a partir de un quiebre de aguas establecido en una sola fecha y en un solo lugar. Mucho menos, definir a esta fecha como si fuera la primera, porque estos procesos tardan muchos años en incubarse y expresarse.

Hoy, da la impresión de que cada país y ciudad viven como si fuera una competencia deportiva, en tanto se busca saber quién fue el primero en producir la llama de la libertad y no las condiciones históricas del proceso; con lo cual, se vacía de contenido a la historia. Sin embargo, la impresión que existe hasta el momento es la de un proceso de conmemoración que se ha vaciado de contenido, en tanto esta plataforma de proyección no aparece; con lo cual, empieza a pesar lo espectacular y contingente por sobre lo trascendental. Da la impresión de que no despega la propuesta, sea porque no existe proyecto, porque se ha volcado más hacia el pasado que hacia el futuro o porque, en su defecto, más hacia el presente, en donde lo lúdico y espectacular tiene alta primacía para la movilización de masas hacia la legitimación de las autoridades.

Se podría afirmar que pesó más la lógica del espectáculo masivo que la del monumento, que fue propio de la conmemoración del Centenario. La historia que construyó los monumentos arquitectónicos como oráculos en los que el Estado legitimó un discurso, una identidad y unos símbolos venidos del nacionalismo, tienen ahora una política de conservación con la que se reinventan. Hoy, se pasa del monumento a un metarelato inocuo, en el que el Bicentenario se encuentra a la deriva, enfrascado en debates intrascendentes, localizado en espacios reducidos o en la construcción de proyectos aniversarios que llevan el mote de Bicentenario.

Artículo publicado en Publicado el 29/Mayo/2010 diario Hoy de Ecuador.

viernes, 26 de noviembre de 2010

py'a guapy oikovéva (Paz al Paraguay)

Alfredo Fernández. Periodista.
Carta de la Paz dirigida a la ONU

Un nuevo país, una nueva cultura, una nueva sociedad celebra por este tiempo el bicentenario de su independencia. La República del Paraguay se prepara para sus merecidos festejos. Hace dos siglos un grupo de soldados y patriotas se enfrentaron a la dominación extranjera. Y como lo había hecho un año antes Argentina, Paraguay también luchó por su libertad, aprovechando la débil situación de España que estaba invadida por Napoleón.

Asunción del Paraguay, capital de la colonización en la América del Sur, contaba con criollos, preparados para gobernarse así mismos. Historiadores recuerdan hoy a quienes conformaron el puñado de hombres y mujeres valientes, decididos a ser libres, y que libertaron al Paraguay en la noche del 14 y 15 de Mayo de aquel 1811.

Recordar el bicentenario de la República del Paraguay es también compartir hoy el espacio con los Indígenas, legítimos antepasados y verdaderos impulsores de la colonización del territorio y de la oficialización del guaraní, convirtiéndose oficialmente en país bilingüe. Es cierto que durante estos 200 años de historia Paraguay vivió momentos de tensión y de guerras, especialmente con sus hermanos vecinos de Argentina, Bolivia o Brasil. Sin embargo hoy se puede afirmar que ese sector del continente americano vive momentos de paz que seguramente soñaron sus patriotas, pero que se plasman hoy en diálogo verdadero y fecundo entre las naciones.

El ejemplo del MERCOSUR, proyecto de integración que supera lo meramente económico, debe ser un camino al que seguir apostando. Ya lo recordó el Presidente de Brasil Lula da Silva, en ocasión de una cumbre del MERCOSUR: “Nosotros no queremos guerra, si alguien quiere conocer un lugar tranquilo ese es América del Sur”. Y agregó: “América del Sur y el Mercosur son hoy un ejemplo de cómo el mundo podría vivir en paz, sin armas nucleares, sin guerras y de manera mucho más armoniosa".

Por todo esto: ¡Feliz Bicentenario, Paraguay!

martes, 28 de septiembre de 2010

El tejido luminoso

Leticia Soberón
Doctora en Ciencias Sociales 

Los festejos del Bicentenario de la Independencia de México, y Centenario de la Revolución mexicana han vuelto a sacar a la luz unos hechos gloriosos y otros terriblemente crueles de la historia que dió lugar a nuestra existencia. Se insiste en la necesidad de conocer el pasado para definir mejor nuestra propia identidad. Y vemos cómo no sólo los considerados “héroes patrios”, sino una gran cantidad de personas de diversos bandos defendieron en aquellos años su propia idea de justicia y de libertad, los altos ideales sociales o sus privilegios para no perderlos.

Estamos frente a nuestros relatos históricos. ¿Para qué nos sirven? ¿No nos encontramos frente a desafíos iguales o mayores que los de entonces? Estrictamente hablando, es imposible cambiar el pasado. La historia y sus acontecimientos ya sucedieron y nadie puede modificarlos. Los posibles túneles del tiempo de los relatos de ciencia ficción aún están por ser inventados, y una clave de salud personal consiste justamente en aceptar lo que sucedió y que dio lugar a nuestro ser concreto, comprendiendo que somos fruto de unos acontecimientos, algunos luminosos, otros grises o francamente oscuros, que si hubieran sido distinos, no existiríamos. Reconciliarnos con la historia es un primer paso para poder incidir sin resentimientos en nuestro presente y así mejorarlo.

Pero, paradójicamente, sí existe una forma de transformar de algún modo aquellos hechos que, por ser del pasado, parecerían condenados a la inmovilidad. ¿En qué consiste? En decidir a qué tipo de  procesos históricos damos continuidad. Veamos cómo. Casi sin querer, uno elige un modo de ser, de vivir. Se adhiere a una línea de pensamiento -a veces sin darse cuenta-, escoge un estilo de estar en la sociedad, de crear el presente. Así da nueva vida a unas líneas de actuación que ya tuvieron lugar y que de otro modo quedarían muertas. Si uno relee lo que otros hicieron, descubrirá su propio actuar como continuación de alguna “escuela” de hacer la vida, ciertamente aportando un estilo propio y original que los matiza para siempre. Unos serán más creativos, otros menos, pero todos de algún modo actualizan en su presente unos procesos que, sin ellos, quedarían para los museos y la arqueología. Así, el tejido de la historia se va ensanchando con todo tipo de hilos, unos de colores, otros obscuros, algunos muy luminosos.

Pongamos unos ejemplos. Uno en su diario vivir puede abonarse a la historia de la guerra, del conflicto, de la lucha de poderes, del dominio, de la desigualdad. Si así lo decide, puede asumir e incentivar, -aunque como digo, tantos lo hacen por inercia y sin tomar conciencia de ello-, las diferencias sociales, económicas, culturales... dando continuidad a la interminable cadena de la violencia que se perpetúa en la historia, pero no a causa de un ciego destino, sino porque encuentra en cada generación unos cómplices que perpetúan la historia de la sangre y las lágrimas.

Quizá la mayoría quiere elegir un transcurrir más convencional, sin mayores sobresaltos, sereno, de sencillo trabajo y búsqueda de la estabilidad. Pero en su vida diaria no podrá permanecer neutral: su modo de tejer sociedad, de interactuar o no con los vecinos, su manera de pensar o de no hacerlo, de participar o ignorar a sus contemporáneos, de educar a los hijos, dará continuidad a procesos sociales, económicos, interpersonales, que pueden ir en la línea del desarrollo y la justicia, o de la inercia, la indiferencia y el desapego. También es posible, sin ser extraordinarios o superdotados, abonarse a procesos artísticos, creativos, lúdicos, artesanales, que continúen y actualicen, lanzando hacia el futuro, la historia local de la paz florecida, una paz fecunda y variada que desborde en fiesta, en su pueblo, en su barrio, en su ciudad o en su país.

Más aún: es hermoso, y posible, transformar el pasado en presente y el futuro dando continuación a los “hilos luminosos” que atraviesan la historia humana, aquellos procesos excelentes que dan soporte y sentido a millones de personas. Es posible recibir el testigo de las formas de vivir más constructivas y fructuosas, y ofrecer nuestro presente y energías para que sigan vivas y avancen también hoy. Asumir y actualizar los grandes objetivos de tantos héroes de la Patria, pero colocándose en la historia de la no-violencia, la búsqueda de la paz, la defensa de los derechos humanos y la dignidad propia y de otros; la historia de la democracia, de la libertad de expresión, la defensa de los excluidos y la promoción de la autonomía y el desarrollo de los pueblos. Todo ello recoge el esfuerzo de los grandes hombres y mujeres de la Historia, que tejieron con hilos de luz sus días y sus horas.

¿Cuál es el distintivo de éstos respecto a otros hilos que configuran el devenir de las naciones? Que quien los inicia y los continúa está dispuesto a dar la vida por esa causa, pero evita lanzar a otros a la muerte. Asume su tarea incluso con sacrificio, para que otros vivan, para que los amigos no mueran por ello. ¡Y son tantos los ejemplos!

El Bicentenario es una ocasión para seguir tejiendo hoy con hilos de luz la historia de México. Sin violencia, pero con decisión y arrojo. Con apasionada generosidad. Es una forma de transformar no sólo el presente, sino también el pasado: deja de ser arqueología, se actualiza y se lanza al futuro.