jueves, 30 de diciembre de 2010

Los bicentenarios


Fernando Carrión Mena.
Quito. Ecuador

Difícil entender un proceso libertador solo a partir de un quiebre de aguas establecido en una sola fecha y en un solo lugar.

Desde el año 2009 hasta 2011, se realizarán los festejos conmemorativos del Bicentenario en la Región, en una coyuntura en la que el Estado ha entrado en crisis debido al doble movimiento interrelacionado de localización y de globalización, así como la urbe ha transformado su concepto de ciudad frontera, nacida a partir de la revolución industrial, hacia la ciudad en red, que tiene lugar con la mundialización.

Hoy, la ciudad es el territorio articulador general del Estado, y han sido los Gobiernos nacionales los que han conducido el proceso de conmemoración de los bicentenarios. Los bicentenarios se expresan en una coyuntura en que los gobiernos locales se han fortalecido gracias a las políticas de descentralización, como también se ha generado un grupo importante de países con posiciones nacionalistas e integracionistas que ven este acontecimiento como un hecho que permite repensar las relaciones entre sí y con otras regiones. De allí que las lecturas del proceso libertador sigan la doble ruta de localización e internacionalización: múltiples fechas y lugares secuenciales, en algunos casos en disputa, como parte de un movimiento continental.

En realidad, existe un itinerario espacial y temporal de la secuencia libertadora, pero también una expresión de disputa de las múltiples conmemoraciones que desemboca hoy en la existencia de una pluralidad de bicentenarios. En ello, mucho tiene que ver la forma cómo procesan los grupos sociales, cómo se modifican los anclajes territoriales del poder y cómo se conciben los proyectos en disputa. Difícil entender un proceso libertador solo a partir de un quiebre de aguas establecido en una sola fecha y en un solo lugar. Mucho menos, definir a esta fecha como si fuera la primera, porque estos procesos tardan muchos años en incubarse y expresarse.

Hoy, da la impresión de que cada país y ciudad viven como si fuera una competencia deportiva, en tanto se busca saber quién fue el primero en producir la llama de la libertad y no las condiciones históricas del proceso; con lo cual, se vacía de contenido a la historia. Sin embargo, la impresión que existe hasta el momento es la de un proceso de conmemoración que se ha vaciado de contenido, en tanto esta plataforma de proyección no aparece; con lo cual, empieza a pesar lo espectacular y contingente por sobre lo trascendental. Da la impresión de que no despega la propuesta, sea porque no existe proyecto, porque se ha volcado más hacia el pasado que hacia el futuro o porque, en su defecto, más hacia el presente, en donde lo lúdico y espectacular tiene alta primacía para la movilización de masas hacia la legitimación de las autoridades.

Se podría afirmar que pesó más la lógica del espectáculo masivo que la del monumento, que fue propio de la conmemoración del Centenario. La historia que construyó los monumentos arquitectónicos como oráculos en los que el Estado legitimó un discurso, una identidad y unos símbolos venidos del nacionalismo, tienen ahora una política de conservación con la que se reinventan. Hoy, se pasa del monumento a un metarelato inocuo, en el que el Bicentenario se encuentra a la deriva, enfrascado en debates intrascendentes, localizado en espacios reducidos o en la construcción de proyectos aniversarios que llevan el mote de Bicentenario.

Artículo publicado en Publicado el 29/Mayo/2010 diario Hoy de Ecuador.

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